sábado, 8 de septiembre de 2007

CÓRDOBA, ELECCIONES 2007

Tomado del diario LA MAÑANA DE CORDOBA del día de la fecha

Córdoba

Democracia y linchamiento

Agitando con el micrófono o con la pluma, algunos periodistas viven un romance idílico con “el pueblo”.

Gonzalo Neidal

Agitando con el micrófono o con la pluma, algunos periodistas viven un romance idílico con “el pueblo”.
Un momento soñado. Se han puesto al frente de una presunta lucha democrática y reciben cientos de llamados felicitándolos e instándolos a seguir adelante en ese incansable esfuerzo por consolidar las instituciones democráticas en esta parte del planeta. Luego, con la satisfacción del deber prestado a la Democracia Universal, se pasean orondos esperando las palmadas de felicitación por tanta garra en defensa de los intereses populares.
Es que la gente en las calles resulta una tentación para cualquiera. Pero no sólo para los políticos, también para los periodistas. Es que el mero acatamiento de la ley carece de épica.
Son las rebeliones, a las que se adjudica la razón en forma anticipada, las que reciben las loas y cantos de apoyo.
Sin embargo, estos periodistas no hacen más que repetir los argumentos confusos, depredadores e indiscriminados del candidato perdidoso, que tiene mucho derecho a dudar del resultado pero no de rotular como corruptos a todos quienes no comparten su punto de vista.La habilidad política, su estilo, su discurso exaltado, han logrado instalar en la opinión pública un lema de hierro: el que no acepta que se abran las urnas, es un corrupto. La democracia hoy en Córdoba -sugiere- consiste en que se abran las urnas. El que se opone es un ladrón.
Ahora bien, el “abrir las urnas” (todas las urnas) no es el sistema consagrado en la ley. En consecuencia, las cosas quedan planteadas de este modo: el que apoya lo que dice la ley, es sospechoso de corrupción y el que propone apartarse de la ley, es un verdadero demócrata.
Así están planteadas las cosas hoy en Córdoba.
Y alguna prensa, demagógicamente, se suma a esta falsa dicotomía y agita a cada momento haciendo una pregunta que cree que pone la razón inexorablemente de su lado. Dice: “¿Qué esconden las urnas que no pueda ser mostrado?”. De tal modo, si alguien osa no abrir las urnas es porque tiene algo que ocultar. Un fraude, seguramente.
Podríamos plantear las cosas al revés: si las autoridades de mesa y los fiscales de cada partido contaron los votos uno por uno “en caliente”, si firmaron un acta, si se comprueba que esa acta no ha sido adulterada y las que tienen los fiscales de Juez coinciden con las que tiene la Justicia, ¿para qué abrir las urnas? Al menos, ¿para qué abrir esas urnas, las que no ofrecen dificultad?
Y podrían hacerse algunas preguntas más: si tal como afirma el Dr. Juez, se lo ha trampeado en el Correo Central, al ingresar los datos, entonces ¿qué puede aportar a dilucidar ese presunto fraude la apertura de las urnas? Al revés: sería una distracción imperdonable. Lo que habría que hacer en ese caso es ingresar nuevamente los datos, planilla por planilla. Y claro: si alguna planilla genera dudas, entonces sí, abrir las urnas que haga falta abrir. Eso es precisamente lo que se está haciendo, según lo prevé la ley: se llama escrutinio definitivo.
Abrir las urnas sólo puede generar más confusión y dilución del objetivo confesado de contar los votos y evitar las trampas. Si lo que verdaderamente quiere hacerse es esto, entonces se toma el camino equivocado. Por muchos motivos.Por ejemplo, muchas autoridades de mesa, al terminar el escrutinio y confeccionar el acta, al constatar que todos los presentes están de acuerdo, suelen agregar a la urna los votos que sobraron en la mesa y que no fueron utilizados por los votantes. Muchas veces no se tiene cuidado en conservar los sobres, o de aclarar que algunos votos que se ponen en la urna al finalizar el escrutinio, en realidad, se computaron como anulados, por ejemplo. En definitiva, cada urna puede contener -no por intencionalidad sino por desprolijidad, descuido o simple diversidad de criterios- varias discrepancias con el acta. Pero estas discrepancias no suponen fraude alguno. Por eso, el acta es el instrumento más fiel con que se cuenta recontar los votos, porque fue confeccionada por los fiscales y las autoridades de mesa, después de contar voto por voto, ¿por qué desconfiar de las actas que han firmado los propios fiscales partidarios, además de las autoridades de mesa?
Claro que si lo que se pretende es llevar el resultado electoral a un pantano de impredecibles consecuencias institucionales, entonces sí: la mejor propuesta es abrir urna por urna y contar voto por voto. De este modo, podrían pasar largos meses hasta que se termine de realizar ese recuento que estará pleno de impugnaciones por motivos nimios y ajenos a una real voluntad de llegar a un resultado electoral inobjetable.


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